Le ves lejos de ti, de pie, mirándote indiferente, parece que te espera. Corres por ese pasillo para estar con él y poder abrazarle. Sigues corriendo, pero el pasillo se va haciendo cada vez más largo. No llegas, te pones nervioso y corres todo lo que puedes. Sigues sin llegar, empiezas a mezclar sentimientos, rabia, nervios, impotencia... y acabas llorando. Te rindes cuando no puedes más, intentas recuperar el aire mientras le sigues mirando y él se gira dándote la espalda, con paso lento, él empieza a caminar, alejándose cada vez más de ti. Vuelves a correr detrás de él, le gritas pero no te hace caso, sigues corriendo, sacando todas tus fuerzas para poder alcanzarle, sigues llorando hasta que poco a poco empiezas a perderle de vista, ves borroso, te frotas los ojos para apartar las lágrimas, te das cuenta de que ya no está, te caes al suelo y te rindes.
Esa obsesión, esa adicción, esa droga, ese éxtasis que te provoca la felicidad, también te hace sufrir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario